Noticias de Puerto Deseado


REPERCUSIONES DEL FAM PRESS/ Nota en Página/12

21.11.2016 13:08

El diario porteño Página/12 dedicó un amplio espacio, en su sección de turismo, a uno de los mayores atractivos que ofrece la reserva natural ría Deseado. Emilia Erbetta describe, en primera persona y con observaciones muy detalladas, el viaje a la Isla Pingüino.


"En esta isla que está 25 kilómetros al sur de Puerto Deseado y hoy es área protegida funcionó, durante la primera mitad del siglo XX, un apostadero naval y un faro de la marina. También acá venían los cazadores de lobos marinos a buscar sus presas. Procesaban la grasa en un tanque de ladrillos que todavía está en pie.  Los restos de esas construcciones abandonadas se ven a lo lejos, desde el bote, y son el único elemento disruptivo en un paisaje, por lo demás, salvaje. “La idea del viaje es mirar todo, vamos a aprender un montón, pero siempre cuidando la fauna. Acá no hay vallas, ni alambres, los límites los ponemos nosotros o los ponen ellos: un huevo, un nido, es un límite. No tocamos nada. Si vemos un huevo fuera de un nido lo dejamos ahí, porque es la naturaleza”, explica Roxana antes de que nos larguemos a caminar por la isla. El pelo rubio ceniza se le escapa por debajo del gorro de polar y unos lentes negros le protegen los ojos del sol patagónico. Durante la navegación, que duró unos 40 minutos adormecidos, el frío fue duro. Ahora son las diez de la mañana y a medida que avanzamos empezamos a sacarnos las camperas", comienza el relato.

Más adelante, Emilia elige su habitante preferido en la isla y lo cuenta así:

"Elijo uno para seguir con la mirada. Está parado junto a su pareja: dos cuerpos mullidos de unos 50 centímetros y menos de cuatro kilos, con las plumas negras y blancas brillantes. Tienen cara de malos: es el efecto del penacho, una ceja amarilla, casi fosforescente, que se convierte en breve cresta punk y contrasta con los ojos rojos. De repente, otro pingüino se acerca demasiado a ellos. Mi pingüino empieza a graznar: abre las alas y desplaza su cabeza hacia adelante mientras abre el pico. La hembra, a su lado, está inmutable. El rival se aleja y todo parece volver a la normalidad. Pero unos minutos después, el intruso no solo vuelve sino que trae ramas en el pico: quiere hacer un nido. Entonces sucede algo maravilloso: después de un par de intercambios de graznidos, cada vez que el rival deja frente a él un puñado de ramas para anidar y sale a buscar más, mi pingüino se las roba con el pico."

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